La Iglesia Católica viene atravesando tiempos muy difíciles en las últimas décadas. Mermada por la opinión pública por los casos de abusos y pedofilia, cuestionada moralmente por gran parte de la comunidad internacional, y perdiendo cada vez más apoyo político y económico, esta institución veía caer su influencia país por país, desde tierras italianas hasta americanas, pero sin duda, su punto más débil era Latinoamérica.
Desde el comienzo de la evangelización del mundo - con el descubrimiento de América - hasta nuestros días, el bastión más fuerte después de Europa, en la Cristiandad, se encontraba en América Latina, pero con la aparición de los gobiernos de corte progresista hasta llegar a los socialismos del siglo XXI, la Iglesia Católica fue perdiendo cada vez más influencia, en materia social, económica y política. Tal es así, que en la última década se pudo registrar un gran número de cambios en varios países de la región, que tienen que ver con leyes que contradicen los dogmas católicos (matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, despenalización de algunas drogas, quita de subvención a instituciones eclesiásticas, etc.). No obstante, décadas atrás, además, ya habían aparecido las primeras formas de separación del Estado con la Iglesia: la convivencia sin contrato marital, la educación pública y privada laicas, la separación marital... Pues antes, para saber cuántas personas habitaban un país, se recurría a los bautismos y defunciones visados por la Iglesia, o para acceder a la educación, se estudiaba en instituciones eclesiásticas, y hoy, todo ese tipo de actividades las registran los Estados, lo que ha quitado un significativo poder político a la Iglesia. No obstante, en materia de fidelidad y dogma, la Iglesia seguía teniendo una amplia aceptación entre las sociedades del mundo, además de las latinoamericanas, características estas últimas por ser muy creyentes.
Desde hace unos 50 años, la sociedades latinoamericanas (y mundiales) comenzaron a plantear cuestionamientos a los dogmas de la Iglesia, exigiendo más libertades y entendimiento para los que deseaban desarrollar actividades diversas, como el sexo no-marital, la homosexualidad, la convivencia no-marital, el alcohol, etc. Paulatinamente, el fervor religioso fue apagándose, y el número de fieles se redujo. Pero la paz social todavía reinaba, dado que no existían tendencias anti-religiosas demasiado alevosas, y millones de personas eran creyentes pero no seguidoras de la institución (la Iglesia); se creó el lema "Creo en Dios, pero no en la Iglesia". Sin embargo, entre 15 o 20 años atrás, existieron varios cambios colectivos en materia social, que llevaron a las multitudes a dejar de lado las creencias religiosas, y no sólo éso, si no que pasaron las masas en poco tiempo de una tendencia neutral a una ofensiva para con la Iglesia. Comenzaron a ganar terreno lemas de desprestigio contra la institución, que tenían que ver con los casos de pedofilia y/o cuestionamientos contra la opulencia que se podía ver en algunos seres o edificaciones eclesiásticas. De repente, además, muchos partidos políticos de izquierdas hicieron campaña con discursos anti-Iglesia, cuestionándola por su opulencia, aunque omitían absolutamente todo lo referido a las instituciones de beneficencia que operan alrededor del mundo, que no recaudan dinero y cuyo único fin es el de socavar problemas en donde el Estado o las empresas no llegan.
Los partidos de izquierdas y/o progresistas - provenientes de ideologías claramente anti-religiosas -, vieron atractivo a lo largo y ancho del continente esta nueva tendencia social del rechazo a la Iglesia, y se hicieron con un discurso tendencioso muy fuerte, que conquistó grandes masas de votantes y generó tendencias muy reaccionarias para con la institución. En la actualidad, varios países latinoamericanos están bajo el mando de diversas formas de izquierdas, que más o menos, comparten las mismas pautas. Entonces, pudo observarse a lo largo de la última década, una acelerada degradación del poder institucional eclesiástico en estos territorios, acompañado por una drástica reducción de fieles, población envejecida (por la inexistencia de un recambio generacional), incapacidad de hacer inversiones nuevas, pérdida de propiedades existentes, seminarios vacíos, problemas de financiación debido a la pérdida de apoyo monetario por parte de los Estados, etc. En el marco de este contexto, se puede apreciar un rechazo social muy grande a la Iglesia y sus representantes, viéndola como una institución imperante y arrogante, que no extiende su mano a los más necesitados. Es decir, que es tanto el nivel de infamia con el que se ve a la Iglesia y tan grande la desaceleración de su influencia política, que había que mover ficha rápidamente.
La rama conservadora de la Iglesia es más fuerte que cualquier otra, y lo más lógico que luego de la renuncia de Benedicto XVI, alguien de su tendencia vendría, para continuar la línea del Papa anterior, pero debía suplirse el problema de la popularidad del Papa, muy deteriorada desde la muerte de Juan Pablo II. Se estudió cuidadosamente la nueva tendencia mundial, y en particular, la latinoamericana, aquel territorio tan frágil en donde el Papado pierde día a día poder. Se observó que las sociedades latinoamericanas son todas muy desiguales, y guardan importantes porcentajes de pobreza y subdesarrollo aún. También se vio, que la opulencia de los líderes es mal vista, y que se prefieren sujetos más cercanos a las masas; sujetos de perfil bajo, austeros, humildes y fraternos. El nuevo Papa debía ser un hombre de pueblo, que se parezca más a un misionero que a un alto cardenal que se reúne con figuras mundiales; debía ser un hombre estudioso y respetable, cálido, preferentemente salido de la clase baja... y por sobre todas las cosas, debía representar perfectamente al latinoamericano común, sin descuidar la aprobación que los europeos tendría sobre él. Así que bajarándose algunas oportunidades, se escogió al Cardenal Bergoglio, hoy Francisco I.
Francisco I goza de una espectacular reputación: es admirado por sus actos de beneficencia y su austeridad. Se lo aprecia por ser un hombre que utilizara el transporte público, por vérselo en hospitales cuidando de enfermos, y por denunciar actos de corrupción y enfrentamiento social, producidos por el partido gobernante en Argentina, que es uno de corte populista y con tendencias progresistas. Así que no es casualidad que este hombre, tan férreo opositor político de esta clase de tendencias, y tan bien asimilado con las sociedades latinoamericanas en general, haya sido electo Papa. Sólo su nombre elegido (Francisco), indica su personalidad humilde y tendencia franciscana.
Tocará ver, pues, una etapa de cambios en el mundo y en particular en Latinoamérica, en donde se dará una intensa lucha de poderes en los próximos años; una región que acaba de perder a su máximo referente de izquierdas (Hugo Chávez Frías) y encuentra ahora un gran referente conservador y restaurador, que es el nuevo Papa, Francisco I, un hombre que conoce a la perfección los problemas estructurales de las sociedades latinoamericanas y trabajará con inteligencia para volver a posicionar bien a la Iglesia delante de los ojos de las decenas de millones de descreídos, y a su vez, encontrar cómo ejercer influencia política en estos Estados que ya han marginado tanto a la Iglesia en el pasado.
Imágenes:
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| Bergoglio utilizando el subterráneo. |
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| Bergoglio lavando los pies de niños recién nacidos y mujeres embarazadas. |
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| Bergoglio tomando mate y caminando por la ciudad. |
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| Bergoglio en su asunción papal, ya como Francisco I. |
Referencias:
• http://www.lanacion.com.ar/1562777-bergoglio-y-los-kirchner-muchos-anos-de-una-relacion-gelida.
• http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/13/internacional/1363201026.html.




Me gusta el párrafo donde describes a Francisco I. Si puedes, escribe más detalles sobre él, para conocerlo.
ResponderBorrar¡Saludos!,